Muchos son los que, a través de los últimos años me han preguntado por mi príncipe azul, el hombre de mi vida, el chico de mis sueños. Me han preguntado a oscuras o bajo la luz del sol. Con interés o llevados por la curiosidad. Me pregunto si alguno esperaba, deseaba en secreto, ser él. Sin embargo, yo nunca se lo dije. ¿Para qué crear vanas esperanzas a las que agarrarse, como un clavo ardiendo, cuando las cosas no van bien?
A veces, más cansada de la pregunta que otras, suelo mecanizar la respuesta, dar pautas básicas del carácter de mi sapito azul. Porque a fin de cuentas ¿qué príncipe azul no es en realidad un sapito, esperando a que el amor saque lo mejor de él, embelleciéndolo ante sí mismo y, sobre todo, ante los ojos de la persona amada?
(1.50pm, en el autobús de vuelta a casa)
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