domingo, 18 de julio de 2010

Érase una vez una entrevista de trabajo

Un papel con un número de teléfono: "se necesitan tele-operadoras para recepción de llamadas. Llamar al...".
Llamé, concerté una entrevista para el día siguiente a las 9.30 en un polígono industrial de Bormujos. En la llamada, la chica que me atendió no me dijo para qué producto era, ni en qué consistía el trabajo ya que "ella no tenía mucha información y al día siguiente podrían informarme de todo bien en la entrevista. Lo que sí me aseguró es que era recepción de llamadas y que no tendría que vender ningún producto." (JÁ)

Por la noche preparé mi curriculum, mi foto y la ropa. Y a la mañana siguiente, me dirigí allí con todo mi espíritu positivo. Entré, rellené una ficha y esperé a que me llamaran. Y me llamaron. Y durante los siguientes 10 minutos, no supe si ponerle mala cara o sonreír. En cualquier caso, me quedé de piedra. Y he aquí las condiciones del puesto de trabajo:
El puesto era para EMISIÓN de llamadas para concertar citas para la VENTA de uno de cuatro productos: colchones, sillones relax, joyas o robots de cocina. El salario era de unos 270 euros al mes más una comisión por cada venta. El horario era de 10.30 a 14.30 (bien) o de 14.30 a 18.30 (mal). Que digo yo ¿de verdad esta señora pensaba que nadie a las 15.00, 16.00 o 17.00 me escucharía de buen grado después de interrumpir su almuerzo, despertarle de la siesta o interrumpir la película de sobremesa? Y lo más gracioso es que la chica que me hizo la entrevista era la misma que había hablado conmigo el día anterior para concertar la entrevista, la misma que "no tenía mucha información al respecto".
Era obvio que intentaron reirse en mi cara (y probablemente la de muchas otras chicas en paro) ocultando información, engañando en cuanto a la función del puesto y ofreciéndome tal salario por media jornada.

Se ve que la crisis está haciendo que el lobo afile uñas.