jueves, 23 de abril de 2020

Hogar

Volver a tus raíces no siempre implica volver a tus orígenes, tus raíces se encuentran en aquellos lugares en donde el corazón encontró su hogar y se quedó a vivir. Porque un hogar puede ser una casa, a veces, un hogar puede ser una persona, a menudo, un hogar puede ser un recuerdo. Su hogar es allí donde dejó un pedazo de sí mismo, coronándolo, colonizándolo, nombrándolo por siempre suyo.
¿Y que hay más arraigador que un corazón que se planta y dice “me quedo aquí”? Y ahí se queda, Sin importarle lo más mínimo a donde vaya el resto de ti. Porque el corazón es más independiente de lo que mucha gente piensa, y puede vivir fuera del pecho: en tus recuerdos, en tus anhelos, en tus promesas.


Durante tanto (pero tanto) tiempo

Durante tanto tiempo,
Pero tanto, tanto tiempo,
Andamos corriendo, andamos cabizbajos,
Perdiéndose nuestras pisadas por calles grises
Por callejones tristes,
Sin saber que los grises, los tristes
éramos nosotros.
Durante tanto tiempo
Pero tanto, tanto tiempo,
Respiramos, latimos,
Pero no puedo decir que vivimos.
Simplemente, nos mantuvimos inmóviles
En este callejón de doble sentido
Dando vueltas en círculos
Desorientados y perdidos.
Sin encontrar una salida.
Durante tanto tiempo,
Pero tanto, tanto tiempo,
Deseamos poseer el control del segundero,
Una burbuja que parara las manecillas del reloj,
O arrancárselas de un tirón hasta nuevo aviso.
Durante tanto tiempo,
Pero tanto, tanto tiempo,
Nuestras semanas no se dividían en días
Sino en obligaciones
laborales, personales, pospuestas y tardías
Y, una vez al año ¡milagro!
Un respiro, unas vacaciones,
coger aire y comenzar de nuevo.
Y así, se nos pasaban los días,
Se nos pasaban los sueños,
Se nos pasaba la vida.
Y entonces llegó una oportunidad
Para aquellos de nosotros que estábamos a salvo,
A quienes se nos pedía salvar el mundo
Desde el confinamiento, desde el anonimato,
Desde el resguardo de nuestro hogar
En el que teníamos comida, agua corriente y electricidad,
Y no supimos ver la suerte que se hallaba
Escondida entre las vigas, paredes, puertas y ventanas,
Dejando fuera al enemigo, manteniendo la distancia.
Después de tanto tiempo,
Pero tanto, tanto tiempo,
Encontramos al tiempo dormido
Y pudimos dormir con él,
Y pudimos descansar en él
Y pudimos, por una vez, tenerlo de nuestro lado.
Durante tanto tiempo,
Pero tanto, tanto tiempo
Deseamos tener el tiempo que tenemos ahora
Porque eso significa tenernos a nosotros mismos,
Porque eso significa que estamos vivos.

Como un buen amigo solía decirme
“ten cuidado con lo que sueñas,
Vaya a ser que se cumpla”.

Cuarentenas

Y, a partir de entonces, la cuarentena
pasó a ser una unidad de medida.
“Te echo de menos tres cuarentenas“, dirán.
Ya no habrá infinitos, ya no habrá eternidad.
Y todo lo que quedará será 
La primavera de 2020.

martes, 21 de abril de 2020

Quizás me aleje, sólo para que creas que no me importas...

Releo viejos emails que me hablan de la vida allí, y deseo con todas mis ganas volver a enviar alguno que cuente cómo ha sido volver a verte, a encontrarte, a pasear sobre tu piel. Releo viejos posts en los que contaba sobre ti y me pregunto si habrás cambiado, cómo seguirás sin mí. Y escucho música y decido volver a acercarme sigilosa a ese idioma gutural y melódico en el que durante tanto tiempo hice incursiones a destiempo.
Te echo de menos.
Y hago listas de deseos que cumplir contigo, y hago listas de todo lo que haré cuando te vuelva a ver, aunque no estemos solos. Y no me importa compartirte, una parte tuya será siempre sólo mía.
Y planeo paseos junto al metro o en el metro, bebiendo tamarindo y zumos de mango. Quizás algún día cojamos un taxi amarillo o uno negro o paseemos hacia los recuerdos, perdiéndonos en la noche, pasando junto al Nilo, rechazando las faloukas, acabando en un café luminoso lleno de sillas metálicas con cojines.
Y comeremos hawawshy en aquel lugar al que no tengo claro saber volver, pero segura de encontrar el camino, y comeremos koshary en la planta alta del aquel en el Casco Antiguo y basbosa, esta vez sin preferencias. Volveré a la molokhiya con pollo y arroz justo después de comprar libros en el-Diwán o daré pellizcos al pan dulce recién comprado en la panadería que hay entre el metro y mi piso, que ya no es mío, pero que es un poco mío.
No te echaré entonces de menos, porque estarás conmigo.
E iremos al parque de al-Azhar y a la plaza de la Libertad, que ya lo era incluso mucho antes de aquella Revolución que cambió tantas cosas (pero nada dentro de mí), que ya era la plaza de la Libertad desde aquel diciembre de 2003. Tahrer, siempre tú, el corazón de todo, donde comenzar todos los viajes, donde acabar todos los caminos. Tahrer, en el centro del caos.
El sonido en los minaretes llamando a la oración que moviliza a la ciudad. Los bazares turísticos y la parte donde el asfalto se convierte en tierra. El té, el olor a acre, a café, la brisa cálida en la cara. La noche que se convierte en día, que se convierte en noche, que se convierte en día. Y soñar sin dormir en ti.
Quizás algún día entonces me aleje de ti en un tren que me lleve a Alejandría, sólo para que creas que no me importas, que no te echo de menos. O un autobús me lleve a Basata, a Marsa Matroh o a ver las estrellas en el desierto, rodeada del silencio que antecedió al comienzo de todo.
Pero volveré. Y desde el supermercado el primer día alguien me ayudará a llevar la compra por unas libras a un piso a orillas del ruido en el que recordar todas mis vidas pasadas. Siempre en ti. Las calles llenas de gente, el caos, la vorágine y el remanso de paz que me traes, el abrazo sin murallas, la felicidad de lo pasajero. Echo de menos el calor y la brisa y las luces deslumbrantes y el olor dulzón a narguile, los dátiles, la música en las calles, las voces en las calles, las risas en las calles, niños jugando entre los coches, miradas fugaces, llamadas a destiempo, el reencontrarte. Te echo tanto de menos que sólo sueño con volver a verte, porque volveremos a vernos, volveremos a encontrarnos y me abrazarás con tu ruido, con tu caos, con el olor a noche en el aire.
Volveré, porque una parte de mí sigue atrapada en tu maraña.

Te echo de menos.
Querido Cairo, cuento los días para volver a vernos.

sábado, 18 de abril de 2020

Hizo falta una pandemia

Recibo un mensaje tuyo,
Inesperado,
Han pasado tantos (tantos) años...
Te contesto.
Y hablamos.
Y vamos acercándonos
A cada palabra,
A cada “escribiendo”
A esos muchachos de 19 años,
A los de veinpocos,
A los de veintitantos...
Qué curioso,
Sólo necesitábamos una pandemia
Para volver a encontrarnos,
Durante un instante al menos
Hemos vuelto a ser
Aquellas gotas gemelas
Caídas de una botella.

Nada volvió a ser como antes,
O quizás todo volvió a ser como siempre.
No volvimos a hablar.
Pero ahora sé que aún me recuerdas.

domingo, 12 de abril de 2020

Llegará el día

Llegará un día,
Llegará,
En que duerma en otra cama
Igual de fría,
Y recuerde estas noches
De insomnio,
De esperar ver el amanecer
De un nuevo día,
De una nueva vida.
Llegará el día,
Llegará.
Veré entonces las mismas estrellas
Que hoy sobre mí brillan.