Cuando casi rozo mi certificado que certifique que me he convertido en Licenciada, me asaltan las dudas. No me da miedo el futuro, no me trastornan las opciones ni las elecciones que tendré que afrontar. No sé si podré conseguir el trabajo con el que sueño o si seguiría siéndolo, si lo consigo.
Me asaltan dudas durante el día y por la noche, sueños que preferiría no soñar pues de nada sirve remover el pasado. Me asaltan dudas de toda índole, a todos los niveles de mi vida: dudas que preferiría no tener, dudas que querría silenciar y dejar atrás.
Ayer un compañero y amigo me dio una opción para mi futuro profesional, más dudas que podrían engrosar el saco que cargo estos días. Quien me conoce sabe que siempre me he negado a la enseñanza, pero ¿y se se convierte en la opción más viable de las que tengo entre manos? ¿Y si al final, es eso lo que me espera? Nunca se me ha dado bien elegir sabiendo que salgo perdiendo en ambos casos. Y si... ¿y si simplemente he decidido que no sirvo para ello o que no me gusta sin realmente habérmelo planteado nunca como una opción real?
No sé qué haré, por qué opción me decantaré o si simplemente tendré que tomar lo que venga. Me preocupa conformarme, elegir la opción B por miedo a perderla ambas. Me pregunto cuál será la decisión final y a dónde me llevará ese camino. Me pregunto si, de hecho, tendré dos opciones. Tres... Cuatro... Cinco. O ninguna.