Te he prestado tu barbilla
Para que me digas todo aquello
Que no me dirías
Si no fuera con mi voz.
Te he prestado tu barbilla
Para que me digas todo aquello
Que no me dirías
Si no fuera con mi voz.
Cuando dos almas están conectadas,
Se llaman una a otra sin que (sus humanos) lo sepan.
Y se tienen sensaciones
Y se le llama intuición,
O simplemente lo ignoramos pensando
Que son sólo producto de nuestra imaginación.
Hay que escuchar al cuerpo, dicen.
Hay que escuchar al alma, añado.
Pues no es uno más que el reflejo
De aquello que contiene,
De aquello que sostiene,
En lo más profundo de esos 21 gramos.
¿Y si nos hubiésemos conocido dos semanas después?
¿Y si hubiésemos coincidido alguna vez en ese grupo de amigos?
¿Y si te hubiese preguntado a ti aquella tarde de verano?
¿Y si te hubiera conocido unos años antes?
¿Y si te hubiese sabido entender?
¿Y si me hubieses sabido comprender?
¿Y si nos hubiésemos querido un poco menos y un poco mejor?
¿Y si hubiésemos sido perfectos el uno para el otro?
Porque lo que pudo ser y nunca fue,
Lo que podía haber sido
Quizás sea, quizás esté siendo y no lo ves.
Piénsalo...
Los recuerdos anidados en tus ojos,
Tus bocaditos de piraña en los dedos,
Cuando (me) cocinas pollo para que me guste,
Y el sonido de tu risa.
Tu media sonrisa,
Que nunca me apartes un abrazo,
"Esa" (primera) mirada,
Cuando me besas,
Y el sonido de tu risa.
La manera en que me miras,
Los abrazos que rodean,
Las miradas al mañana,
y el sonido de tu risa.
Tus te quiero.
Y como suena tu risa.
Y como sabe tu risa.
Y todo lo que esconde tu risa.
Y cómo sacó a Cupido del coma.
Empiezo borradores que no acabo, todos hablan sobre ti, pero ninguno dice lo que yo quiero decir. Como, por ejemplo, que hace frío y ojalá estuvieses aquí para abrazarme, que hoy he encontrado tickets de algunos sitios a los que fuimos juntos y que han pasado a ser nuestros, aunque nunca lo fueran (ni un poquito), que espero que cada día, después de las seis, suene el porterillo y estés tú al otro lado (pero nunca eres tú), que quiero una máquina del tiempo que me lleve de tu mano a aquellas noches de verano que pasamos juntos, que aún no he sido capaz de borrar nuestras fotos, nuestra lista de planes, ni deshacerme de estas ganas de verte aparecer. Cada vez. Siempre.
Empiezo borradores que no acabo, todos hablan de ti, pero ninguno dice todo lo que quiero decir.
Como que te echo de menos. Como que aún espero que vuelvas. Como que es cuestión de tiempo que tú también me eches de menos. Y quizás, quién sabe, quizás entonces... lo entiendas todo.
“Tengo miedo de verte,
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte
tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte
o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizás más lo primero
que lo segundo
y también viceversa".
Mario Benedetti
Un día más que pasa, un día más que consigo no enviar ese mensaje o ese correo o esa carta. Un día más lo consigo y no escribo en esa ventana.
Cómo quien deja una adicción, me enfoco en conseguirlo un día más, tan sólo un día más, a pequeños pasos, a pequeños sorbos. Y así es, contigo. Pasar un día más sin verte es como el adicto orgulloso que pasa un día más lejos de esa sustancia prohibida.
Yo me felicito, ha pasado otro día, he pasado otro día (más) sin saber de ti.
Tú, mi Némesis. Yo, tu kriptonita.
"Me dolía la memoria, me dolían los ojos, me dolía el espejo en que me miré. Habían hecho harapos mi amor y mi cordura…"
Alejandra Pizarnik