viernes, 25 de octubre de 2013

Simposio

Una parte de mí está convencida
de que este no es el final,
de que sólo hay que esperar,
que el agua vuelve a su cauce
por su propia voluntad.
Una parte de mí, sin embargo,
- bellos sin embargo, siempre trás de mí -
siente que todo esto es sólo la inyección
que anestesie el tiempo suficiente
hasta que pase "lo más gordo", llámese dolor.
O, entiéndase "lo más gordo"
como todo aquello que me quita el sueño,
que me quita el hambre
y me arruga el ceño y me crea arrugas
y convierte mis labios en alambres
estirados.

Una parte de mí
- ¿quién dijo que las divisiones
siempre eran condescendientes al primer par? -
piensa que ambas se equivocan,
que nada está escrito,
que nada ni nadie sabe ni puede saber
qué es lo próximo.
La cuarta parte
- por no quedarnos en aquello de que tres son multitud -
quiere tirarlo todo por la borda,
crear un horizonte nuevo, que no tenga con el antiguo similitud
alguna,
empezar de cero con una total y remarcada
amnesia selectiva a todo recuerdo que te enmarque.
Aunque tenga que borrar de mi vida todas las lunas
en todas sus fases.
Es, desde luego, la más sabia de todas las partes
que componen este simposio
donde se discute con premura
las grandes cuestiones del ser humano individual
que me forman buscando la cura
- aunque sea en partes -.


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