viernes, 11 de octubre de 2013

Mariposa

Admiro a las personas que saben escribir.
Las que saben escribir de verdad. Las que parecen poder transmitir cada latido en cada letra, sin que ello les robe ni un poquito la dignidad. Yo no podría. Porque no sé. Quisiera saber pero, disculpadme todos, no sé. Y en esos deseos de intentarlo se esconde el fuego y las ganas necesarias de desandar lo andado e ir recogiendo piedrecitas que lanzar más tarde a un lago mientras pides deseos (o yo, los pido por ti) o flores para secar entre las hojas de mis libros favoritos. Podría ser cualquier flor entre los libros en blanco, que aún están por escribir.
Admiro - por no decir que envidio, que eso sería políticamente incorrecto - a las personas que sienten la pasión necesaria para escribir letras tatuadas de latidos. Y aquí, me confieso un poco culpable. Yo, a veces, he sentido la pasión necesaria que provoca la inspiración en el alma. Y la he usado, aunque casi siempre o casi nunca de la manera más correcta. La próxima vez creo que me aseguraré de atarme todo el cuerpo y una mano a una silla (no me pregunteis cómo, aún no lo sé) y quedarme frente a la pantalla para poder derramar la angustia transformada en palabras que todos entendais (que entienda, incluso yo, pero no la yo atada de cuerpo y mano, sino la yo que vive el resto del tiempo preguntándose cosas). Eso quizás, entonces, creo... no será poesía, ni nada que merezca la pena.
Algún día escaparé de todo lo que pretendo hacer de mí y podré ser por fin quien he sido siempre. Y sentiré como si no hubiera mañana y todo aquello será el combustible que avive el fuego de las palabras que siempre he querido decir y nunca he sentido. La virginidad de los sentimientos me atropella con mesura, a la vez que impide que el gusano creador que gesta en su capullo se convierta, de una vez y por todas, en una hermosa mariposa de alas de colores.

Porque yo soy como esa mariposa del poema de Ibn Sahl,
que ama el fuego y se quema.

PDTA: Incineraría mi alma en el fuego de la creación
si pudiera con ello moldear mi alma al antojo de la inspiración
y encontrar las palabras que siempre he querido pronunciar.

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