lunes, 20 de julio de 2015

Cumpliendo 32

Ayer fue mi cumpleaños, un año más, pero siempre diferente.
Recuerdo cuando los 30 me parecían tan temibles y lejanos y una lista de metas se desplegaban entre estas y aquellos. Y llegaron, y pasaron, y volvieron a pasar y entonces entendí que los 30 no eran más que un número.

Como iba diciendo: ayer fue mi cumpleaños.
Y ha sido un cumpleaños especial, pero especial de verdad.
Y largo como una boda gitana.

El viernes cené con unos amigos en un buffet chino en el que me harté de sushi (uno de mis descubrimientos de los 31). El sábado un Koala me llevó a Jerez de compras (combo: en rebajas) y a cenar y a la vuelta me colmó de regalos, que no sólo fueron acertados, sino tremendamente especiales. El domingo estuve con mi familia, después de tantos años sin estar mis padres o sin estar yo. El domingo vi a mi abuela reír de nuevo, con un vestido de flores, después de tantos años de negro. Mi hermana hizo tarta y mi tía, pestiños. Hubo comida hasta reventar (barbacoa de sardinas), piscina hasta arriba, tarde de risas jugando a las cartas (y gané), velas que soplar, regalos increíbles, felicitaciones inesperadas y cuatro polizones llenos de plumas que vinieron conmigo a casa.

¿Qué más podría pedir? Ayer no sobró nadie y la única persona que faltó, estuvo en nuestros corazones. Porque quien quiso estar conmigo, lo estuvo. Y cuando es algo sincero, se nota y no hay excusas ni razones tontas para no estar.

Y así de bien le di la bienvenida a los 32. Así de bien llegó otro año.
Y entonces te das cuenta que has necesitado todo este tiempo para aprender que, cuando a veces te resistes a filtrar, la vida la hace por ti. Que quemar papeles la noche de San Juan no sirve de nada si además, no cultivas según que sentimientos y pensamientos en tu interior y que la semilla estuvo ahí todo el tiempo, esperando. Que una persona a la que no ves en años, puede darte más cariño que aquella que está ahí, pero sin estar. Que hay que entender que aunque tengo todo un año para tener 32, en algún momento de la vida lo echaré de menos y ha llegado el momento de hacer que cada instante reciba su valor preciso. Que de aquí a los 33 es probable que mi vida cambie (como siempre cambia, aunque no nos demos cuenta), especialmente este año que tantos planes tangibles tengo al alcance de la mano. Que probablemente a esta recién desprecintada edad esté más cerca de cumplir mis sueños de lo que lo he estado en mucho tiempo. Que quien quiere verme feliz, siempre encuentra la manera.

Por todo ello, gracias.






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