jueves, 17 de enero de 2013

Un último vuelo

Ahora,
tras tantos, tantos vuelos,
con todas sus bandejitas de comida
fría, precocinada, con sabor a nada,
snacks, ensaladas, macedonias y pasta
- o pollo o verduras pero siempre con el mismo sabor -,
galletitas saladas, mantequilla, sal y pimienta
para mí, zumo de tomate,
¿café o té? no, gracias
(deberían servir chocolate caliente),
después de interminables horas de espera
en terminales,
paseos aburridos entre 
perfúmenes y chocolate dutty free,
frío, mucho frío, 
mantitas azules que parecen caídas del cielo
(y nunca mejor dicho).

Ahora, 
que podría jactarme de todos esos viajes,
que podría pensar en los lugares visitados
(y los que me quedan por visitar),
ahora, justo en este momento sólo puedo pensar
en cuánto necesito tomar un vuelo más
(tan sólo uno más)
que me lleve a aquel lugar.
Una vez en mi destino,
nada más importa
y de nada más quedará constancia.

2 de noviembre

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