Me asfixio.
Me asfixio, un poco.
Mas no me dejo derrotarme,
tan fácilmente.
He cambiado de táctica,
y ya no me asfixio, tanto,
ya no me cala el sueño,
casi ni el frío,
casi ni el miedo.
Me doy cuenta,
más tarde que pronto,
de que la indecisión que es tan mía
(como esta necesidad de escribir)
me ha dado margen, me ha dado tregua
para no lanzarme en una dirección tan equivocada
que algunos llamarían correcta,
mas yo llamo seguir el camino marcado,
fácilmente rastreable por las huellas ovinas en la tierra.
Me doy cuenta,
más tarde que pronto,
de que entonces, en ese tiempo... tan relativo,
lo verdaderamente importante
no es el cúando
(nunca lo ha sido),
sino el cómo,
sino el qué,
sino el espacio de lo inexistente,
en el que se puede crear,
y que, aún inexistente, se puede llenar,
de todas esas cosas deseables
(que siempre he querido, aún sin darle nombre).
Ahora me doy cuenta,
de que al final,
ir dando tumbos no es más que la lucha
que surge, se debate y explota por dentro
y que tira, desde dos puntos, hacia lados opuestos:
lo que siempre has querido hacer
y lo que siempre has hecho, sin querer,
lo que siempre has querido, sin saber,
lo que siempre has sabido...
lo que siempre has sabido.
Y me asfixio.
Me asfixio, un poco.
Mas no me dejo derrotarme tan fácilmente.
Ha llegado la hora,
y es este el momento que elijo
para pasar al plan B.
Me asfixio, un poco.
Mas no me dejo derrotarme,
tan fácilmente.
He cambiado de táctica,
y ya no me asfixio, tanto,
ya no me cala el sueño,
casi ni el frío,
casi ni el miedo.
Me doy cuenta,
más tarde que pronto,
de que la indecisión que es tan mía
(como esta necesidad de escribir)
me ha dado margen, me ha dado tregua
para no lanzarme en una dirección tan equivocada
que algunos llamarían correcta,
mas yo llamo seguir el camino marcado,
fácilmente rastreable por las huellas ovinas en la tierra.
Me doy cuenta,
más tarde que pronto,
de que entonces, en ese tiempo... tan relativo,
lo verdaderamente importante
no es el cúando
(nunca lo ha sido),
sino el cómo,
sino el qué,
sino el espacio de lo inexistente,
en el que se puede crear,
y que, aún inexistente, se puede llenar,
de todas esas cosas deseables
(que siempre he querido, aún sin darle nombre).
Ahora me doy cuenta,
de que al final,
ir dando tumbos no es más que la lucha
que surge, se debate y explota por dentro
y que tira, desde dos puntos, hacia lados opuestos:
lo que siempre has querido hacer
y lo que siempre has hecho, sin querer,
lo que siempre has querido, sin saber,
lo que siempre has sabido...
lo que siempre has sabido.
Y me asfixio.
Me asfixio, un poco.
Mas no me dejo derrotarme tan fácilmente.
Ha llegado la hora,
y es este el momento que elijo
para pasar al plan B.
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