A veces - probablemente, debido a la experiencia - podemos ver venir que vamos a meter la pata, hasta la rodilla casi. Aún así seguimos adelante, ingenuos, ignorando la vocecilla interior y esperando resultados diferentes a los habituales. Dan igual las señales de neón que te señalen que vas hacia una derrota evidente, hacia el fracaso más absoluto, tú te remangas las faldas y comienzas a andar sobre la arena, el barro o las tierras movedizas. Sigues adelante, con la vista al frente, aún cuando comienzas a hundirte poquito a poco. Y disimulas, intentando clavar mejor los siguientes pasos, levantar mejor la pierna, pisar de otra forma. "Quién sabe, quizás el terreno comience a remontar", "quién sabe, quizás haya alguna roca oculta sobre la que pisar y ganar un poco de altura".
Y mientras sigues hundiéndote, con la mirada fija al frente, te das cuenta que en tu cabeza suena esa canción que tan bien conoces y de pronto, te fijas, es el mismo barro, la misma charca, la misma arena de siempre. Esta vez crees saber cómo salir, cómo coger impulso, cómo salir de allí tan sólo habiendo sacrificado algo de ropa, mientras tu esencia, tu alma, tu propia alma sigue intacta. O si acaso, esta última, tan sólo un poco manchada de barro.
Y mientras sigues hundiéndote, con la mirada fija al frente, te das cuenta que en tu cabeza suena esa canción que tan bien conoces y de pronto, te fijas, es el mismo barro, la misma charca, la misma arena de siempre. Esta vez crees saber cómo salir, cómo coger impulso, cómo salir de allí tan sólo habiendo sacrificado algo de ropa, mientras tu esencia, tu alma, tu propia alma sigue intacta. O si acaso, esta última, tan sólo un poco manchada de barro.
Editado: esta vez me hundí hasta el cuello.
Tan sólo hubo que esperar un día.
He vuelto a perderte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario