A veces el ser humano me da vergüenza ajena. Sólo a veces,
pero cuando ocurre, el regusto amargo me dura lo suficiente. No utilizaré la
palabra "demasiado" porque es precisamente eso lo que me hace,
racionalmente, rechazarlo y no creo que nunca me acostumbre a la actitud de los
que me producen esa sensación y ese regusto. Dicho sea de paso, no quiero
acostumbrarme.
Por eso, preferiría ser cualquier otra cosa que persona,
para poder hablar en tercera persona sin sentirme por ello aludida. Por
desgracia o por suerte, soy lo que soy, cada cual es lo que cree conveniente y
luego está ese grupo de personas que a mí me da vergüenza ajena.
Entre estos últimos se encuentra el famosísimo en redes
sociales Álvaro Reyes. Y este se lleva una gran porción de mi vergüenza ajena
(espero que no acabe con los depósitos que contenga, sea cual sea la medición
que yo misma pueda tener del mismo). Y, por si no lo conocéis, paso a haceros
un pequeño resumen, para que os asqueéis conmigo. Álvaro Reyes se dedica (no sé
si como actividad principal o para sacarse un dinerillo) a dar cursos para
hombres de (lo que él entiende como) seducción. Éstos cursos no son ni más ni
menos que un compendio de consejos machistas que dicen cosas así como “Las
mujeres, como cientos de veces he dicho, son emocionales [...] no utilizan la
lógica”, "Muchas mujeres no saben ni lo que quieren. Es tu trabajo
mostrárselo", "No esperes su permiso, siéntete con derechos para
hacer lo que quieres. Pedir permiso es síntoma de inseguridad", entre otras
muchas perlas.
Pero yendo aún más lejos, en uno de sus vídeos explica de
manera implícita que la manera de acabar con cualquier tipo de relación con una
mujer es dándole una paliza. También aconseja a sus alumnos a parar a cualquier
chica por la calle e intentar besarla (obviamente, sin su consentimiento) e,
incluso si se resisten, insistir y acosar hasta conseguirlo. Y que si una mujer
te dice que no (a un beso, a un paseo, a sexo) no significa "no", es
que a veces "dicen no para no parecer fáciles" y sólo hay que
insistir hasta la saciedad.
Y así es como el mundo se va un poco a la mierda. Porque el
problema no es sólo que existan seres (desisto en llamarle persona) que opinen
que puedes hacer lo que quieras con una mujer porque sus "No" no
significan "no", sino que además tienes derecho porque tienes que
enseñarles lo que quieren, porque tienes que imponerte, porque las mujeres
buscan un líder al que seguir. El problema, como digo no es sólo ese, el
problema es que si sigue haciendo esos cursos es porque hay demanda de un público
masculino que confía en que esta es la manera de hacer las cosas (sino, no se
gastarían los 300€ que cuesta el curso) y que legará su forma de actuar con las
mujeres a su descendencia (ellos para mandar, ellas para obedecer al líder).
Y lo peor de todo es que a pesar de la apología a la
violencia de género que hace y la apología al acoso y la violación, esta
persona aún no haya sido penada por la ley, aún incurriendo con sus palabras y
acciones en la ilegalidad.
¿Qué más hace falta?
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