domingo, 26 de enero de 2014

Aún así

Me preguntabas hoy por el vidrioso efecto de mis ojos.
No supe qué contestarte, creo que las palabras adecuadas se me habían quedado atragantadas a medio camino, hacía rato. Sin embargo, en vez de toser para limpiar mi garganta de las letras trabadas en el gaznate, ellas decorosas pero indiscretas, queriendo ver la luz, subieron, dejando un rastro de silencio a su paso.
No supe qué contestar, aún así.
¿Qué podía decir en tal situación?
¿Qué podía decir que no fuera tan siquiera evidente?
¿Que sentía alivio? ¿tristeza? ¿algo de frustración? ¿O que era la efímera felicidad de algo que se sabe recuperado, aún a sabiendas de que, como la vida, la necesidad de la compañía ajena elegida meticulosamente, puede cesar en cualquier momento?
Aún así, no supe que contestar.
Porque la respuesta a según qué preguntas han de ser contestadas con el corazón en la mano o guardar silencio en duelo por todo aquello que nunca pronunciarán mis labios. Sinceridad absoluta o silencio. Sinceridad absoluta o silencio. Sinceridad absoluta o silencio. Sinceridad absoluta o... decirte que la triste y fingida serenidad de toda la tarde, las sonrisas a medias, las bromas sin gracia, no eran más que una malla que me mantenía de una pieza, intentando ocultar la vulnerabilidad que me producía la pérdida en la que estabas a punto de convertirte. Y cuando por fin dejaste a un lado la indiferencia y me miraste, viéndome, después de tanto, tanto tiempo, fue tu mirada la que quebró la malla de metal que me recubría. Porque hasta entonces, no podía decir que te iba a echar terriblemente de menos cuando, esta misma noche, te marcharas de mi vida. Porque hasta ese momento, no estaba segura de que siguieras ahí.
Es por todo ello que no supe qué contestar.
Aún así.
Aún.

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