Los árabes y nosotros. Los árabes o nosotros.
Me pregunto qué clase de puente cultural y empático necesitamos (ojalá pudiera utilizar el tiempo condicional en vez del presente) y qué lo hace tan complicado. Me planteo la idea del choque cultural, me planteo la imagen mental y el recuerdo de la experiencia propia la primera vez que visité Egipto - porque para conocer Egipto hizo falta mucho más que un viaje -. Recuerdo el impacto emocional que el país provocó en mí y fueron tantas las diferencias - y estaba yo tan alejada de la idea que "debía tener de ellos" - que ni siquiera me dio tiempo a caer en prejuicios y esterotipos. Porque no los conocía ni tenía conocimiento de la idea impuesta que hemos de tomar, incluso a medias, cuando viajamos al extranjero. O, para ser más exactos, "cuando viajamos a un extranjero árabe".
Me pregunto, incluso hoy día, qué hace que la gente reaccione de esa manera cuando conoce o ve o imagina a una persona de raza árabe. Porque ser árabe, imagino por sus comportamientos, implica muchas cosas. Así que me pregunto si el problema es la raza o más bien, el color de piel, la religión, la clase social, el nivel cultural o la idea de lo que esperamos de ellos. Aunque en el fondo da igual, porque muchos entienden que ser árabe es tener la piel oscura, ser musulmán, ignorante, machista y (casi, casi, me atrevería a decir) vivir en una jaima en el desierto, rodeado de camellos y cabras. Y dará igual que el árabe sea cristiano, que tenga una carrera (o dos) y dará igual, porque seguirá siendo árabe. Parece ser, sin embargo, que tener dinero (véase, los Emiratos Árabes Unidos) o la piel clara, los hace menos árabes o, por ende, menos musulmanes, menos ignorantes, menos machistas. Y ¿la jaima? ah, esa la reservan para sus jornadas de vacaciones estivales.
¿Qué tememos entonces del árabe que tenemos en el imaginario común? Déjame que te lo diga, tememos al miedo que esa persona nos produce - miedo que sólo puede ser producido por nuestra propia ignorancia, una ignorancia que ni siquiera tenemos interés en sanar - porque ser árabe implica - errónea, ignorante y automáticamente - la extendida idea de ignorancia, fanatismo y dudosas morales.
Sigamos jugando con la doble moral, sigamos tomando a Osama Bin Laden, Muammar Ghadafi o Mohamed al-Arifi como representantes totales de las ideas, actitudes y comportamientos de los árabes y/o musulmanes (no nos preocupemos ni un momento en diferenciarlos por ideas políticas, países o religión, que las clasificaciones deshomogeinizan) pero indignémonos si alguien nos mete en el mismo saco que a George Bush, Hitler o Berlusconi (todos ellos, por cierto, de raza blanca, cristianos, occidentales y de alto poder adquisitivo). Sigamos con la doble moral, sigamos aplicando reglas a los demás que no son válidas para nosotros en las mismas circunstancias, sigamos mirándolos con - a elegir - superioridad, condescendencia o un poco de asco. Sigamos con el juego de la doble moral, olvidemos todos los casos de violencia de género que no atribuimos al cristianismo. Sigamos estimulando ideas erróneas, ideas moralistas, sigamos corriendo en esta rueda de hámster que no nos lleva ni al diálogo ni a la empatía... pero que nos mantiene entretenidos y en forma para según qué actividades sociales.
Sigamos a la masa.
Y enlazo con otro post, otro tanto de lo mismo que escribí hace dos años:
"Sobre la desinformación": http://www.krisstyna.blogspot.com.es/2010/05/sobre-la-desinformacion.html
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