Poco a poco vamos dejando atrás las luces de la ciudad, a lo lejos - tan lejos que la vista es incapaz de atisbarlos, al menos al principio - campos regados de palmeras. Y entonces, todo empieza a torcerse. Y te das cuenta que no deberías estar ahí, porque alguien, en algún otro lugar, te está esperando. Silencias esa voz irritante y pretendes que la sonrisa guarda relación con tu estado interior.
Y acabas llegando al campo de palmeras. Acabas encontrando la paz en algún lugar a 2 horas de El Cairo, que a su vez ofrece una muy diferente manera de ver la vida.
Las estrellas alumbran como nunca antes, la contaminación lumínica queda muy lejos de estos extensos campos de golf. Me pregunto si, en algún lugar, en otro mundo, las cosas podrían ser diferentes. Le echo de menos, pero de nuevo, hemos de pretender algo más allá de lo que sentimos. Y me echo de menos, la risa sincera que estalla como un jarro de agua que cae al suelo.
10 de Octubre
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