viernes, 7 de septiembre de 2012

Vaivenes

Los mejores escritos son aquellos impulsados por los latidos
de un corazón roto. El mío se ha roto tantas veces
que ya no me molesto ni en recomponerlo.
Después de todo, algo que ya ha estado roto,
nunca vuelve a ser lo mismo.


Sin duda alguna, los mejores escritos nacen como fruto del dolor.
Algo que a estas alturas he aprendido a controlar (o eso creo).
Han sido tantos los palos sufridos estos últimos años...
tantas pérdidas... como amputaciones a mi propia alma.
Hace tres años ya de aquella que me devastó por dentro.
Y parece que fue ayer cuando me despedía de ti
entre aquellas paredes blancas.


La vida te da, sin embargo, una de cal y una de arena.
Una pérdida y un reencuentro,
una muerte y un nacimiento,
una puerta cerrada de un portazo
y otra abierta con una corriente de aire.

Ahora recuerdo esa conversación ya olvidada
(ironías de la vida, para los que somos incapaces de olvidar,
enterrar un recuerdo debajo del todo es lo más parecido al olvido)
en la que me preguntabas en cuántos trozos se podía romper un corazón.
Nada es más pequeño que el polvo, te respondí.

Me pregunto cómo te irá todo.
Aunque creo, por ahora, me quedaré sin saberlo.

No hay comentarios: