Se
oyó un disparo. Un momento después, otro. Un fuerte olor a pólvora
inundaba el ambiente y, no tan lejos, se escuchaban gritos que eran,
más que de miedo, de ira, de rabia, de auténtica indignación. Otro
disparo. Ella corría hacia el lugar del que provenía el jaleo pero, cuando llegó, no vio más que la estela de polvo que los caballos
habían dejado a su paso.
(1 de Abril de 2011)
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