lunes, 5 de noviembre de 2018

Domingo de Noviembre

Mañana me levantaré y será domingo, domingo 4 de noviembre y estará nublado y yo me haré una bolita en la cama con el edredón, agotando hasta el último momento antes de ponernos en marcha hacia nuestra tradición de los domingos.
Y entonces iremos a Sanlúcar y nos esperaréis, sobre todo tú, hasta ver aparecer el coche azul por la cancela verde. Primero me dirigiré al sillón amarillo y te besaré y tú me besarás con esos besos ruidosos de abuela. Entonces, iré a buscarte y estarás barriendo las hojas del porche, mientras a tu paso, van volviendo a caer, y te daré besos y te rascaré la espalda y tu dejarás de barrer un segundo y dirás “ahí, ahí”. Y no hará falta nada más. Y entonces seguiré besándoos a todos, a todos, uno por uno, sin dejarme a nadie atrás: a ti, frente a ella en el porche, vigilando a los dos (a vosotros dos), tú haciendo chinchar a tu hermano, tú preguntando qué hay hoy de comer, de merendar, de cenar, a ti, en el portátil en la mecedora (y te meterás conmigo, pero me dará igual), a ti, que me llevarás a ver los gatitos nuevos y, al pasar por la cocina, me enseñarás la fuente de boniatos (“te los ha hecho la abuela, porque sabía que venías”).
Estamos todos. No falta nadie.
Y me sentaré al solito. Y tú te sentarás enfrente suya, muerta de frío, a contarle sobre tu semana y tú bajarás a coger naranjas y mandarinas. Y en algún momento, entre todo eso, apareceréis vosotros (y entonces, sí estaremos todos) y tú te sentarás junto a ella en otro sillón amarillo y hablarás de la boda, en pasado o en futuro o le pedirás “abuela, cuéntanos historias” y dentro, cerca de la butaca, en la mesa de madera, tú corregirás exámenes mientras él, mientras espera el almuerzo, colorea junto a ti.
Y todos irán y vendrán, cada uno con sus cosas, en un lento bullicio de los días en que no se hace nada. Y desde mi silla al sol escucharé el tecleo, las hojas rozando el suelo al ser barridas, el pitido de la olla a presión en la cocina, algún coche lejano en el camino. Y me llamarás “mi mocita” mientras me coges la mano y cuentas historias.
Mañana será domingo, 4 de noviembre de hace muchos años y estaremos todos juntos en el porche, en la silla amarilla, en la butaca, barriendo, correteando. Y no nos daremos cuenta de lo afortunados que somos, pero no nos dolerá nada, no nos pesará nada, nada nublará nuestro recuerdo de tristeza. Qué felicidad tan grande aquella que pasa desapercibida, qué felicidad tan plena aquella en la que nadie nos falta y nadie nos sobra. 

Mañana, ya mismo, será domingo 4 de Noviembre.
Lo tengo todo preparado (besos, abrazos, sonrisas), estoy deseando volver a veros.


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