Nunca aceptarás que alguna vez estuviste celoso.
Y así es como quiero comenzar esto, sin tener ni idea de cómo he de acabarlo.
Imagino que es como todo en la vida, sabes cómo empiezan, pero no cómo terminan.
Quiero poder leerte, eso es algo que sin lugar a dudas,
-ni siquiera una de esas pequeñitas que se cuelan a escondidas- me gustaría.
Quiero poder leerte, pero no eres el tipo de personas a quienes les guste tal tarea.
Una pena. Se puede saber mucho de una persona que escribe
por cómo escribe más que por lo que escribe.
Y yo quizás nunca haya logrado conocerte. Saber cómo eres, saber qué quieres.
Yo, sin embargo, no puedo vivir sin hacerlo, sin escribir, sin derramarme en las palabras
que siempre sonarán en las voces de otros. O quizás sea una voz en off.
Quizás con el tiempo, ni siquiera seas capaz de recordar cómo sonaba
mi voz, mi risa, mi ironía.
Y porque no puedo vivir sin escribir (necesidad vital, le llaman)
últimamente hay menos vida en mis días y más agonía en mis sueños.
Creo que por eso, todo este tiempo que he estado sin escribir,
no he acabado de despertar del letargo y andaba como dormida entre sábanas
que ni siquiera me pertenecían
(si alguna vez has soñado conmigo y no sabes por qué,
probablemente sólo iba buscando mi camino de vuelta a casa).
Pero niegas la posibilidad
(y ahora que digo eso, no sé si me refiero a estar celoso o a escribir),
porque no te sale, porque lo que provoca la necesidad
es a menudo la ausencia. Y yo no he sabido ausentarme de ti.
Pero aún peor, he insistido con cabezonería en estar presente,
incluso cuando estaba ausente. Porque lo estaba, para mí más que para nadie.
Y sigo queriendo decir que nunca aceptarás tantas, tantas cosas
que siempre estuvieron tan claras para mí.
Y como enumerar es algo que guardo para la intimidad,
sólo te diré que había más que un puñado de cosas que quería hacer contigo.
Con ese tigo que alguna vez estuvo celoso. Con ese tigo cuya existencia niegas.
Sin embargo, con o sin él, contigo o sin ti,
ha saltado la chispa (tan sólo una) que hiciera fuego
y consiguiera hacerme volver, aunque fuera un instante a la versión más pura de mí,
que soy yo misma cuando soy capaz de escribir.
Nunca aceptarás que alguna vez estuviste celoso.
Y yo siempre, siempre, desearé poder leerte (saber cómo eres, conocerte).
Pero en los deseos y las carencias está la chispa de la vida.
Y por eso, yo, en la escritura, encuentro alivio, catarsis, serenidad.
Y así es como quiero comenzar esto, sin tener ni idea de cómo he de acabarlo.
Imagino que es como todo en la vida, sabes cómo empiezan, pero no cómo terminan.
Quiero poder leerte, eso es algo que sin lugar a dudas,
-ni siquiera una de esas pequeñitas que se cuelan a escondidas- me gustaría.
Quiero poder leerte, pero no eres el tipo de personas a quienes les guste tal tarea.
Una pena. Se puede saber mucho de una persona que escribe
por cómo escribe más que por lo que escribe.
Y yo quizás nunca haya logrado conocerte. Saber cómo eres, saber qué quieres.
Yo, sin embargo, no puedo vivir sin hacerlo, sin escribir, sin derramarme en las palabras
que siempre sonarán en las voces de otros. O quizás sea una voz en off.
Quizás con el tiempo, ni siquiera seas capaz de recordar cómo sonaba
mi voz, mi risa, mi ironía.
Y porque no puedo vivir sin escribir (necesidad vital, le llaman)
últimamente hay menos vida en mis días y más agonía en mis sueños.
Creo que por eso, todo este tiempo que he estado sin escribir,
no he acabado de despertar del letargo y andaba como dormida entre sábanas
que ni siquiera me pertenecían
(si alguna vez has soñado conmigo y no sabes por qué,
probablemente sólo iba buscando mi camino de vuelta a casa).
Pero niegas la posibilidad
(y ahora que digo eso, no sé si me refiero a estar celoso o a escribir),
porque no te sale, porque lo que provoca la necesidad
es a menudo la ausencia. Y yo no he sabido ausentarme de ti.
Pero aún peor, he insistido con cabezonería en estar presente,
incluso cuando estaba ausente. Porque lo estaba, para mí más que para nadie.
Y sigo queriendo decir que nunca aceptarás tantas, tantas cosas
que siempre estuvieron tan claras para mí.
Y como enumerar es algo que guardo para la intimidad,
sólo te diré que había más que un puñado de cosas que quería hacer contigo.
Con ese tigo que alguna vez estuvo celoso. Con ese tigo cuya existencia niegas.
Sin embargo, con o sin él, contigo o sin ti,
ha saltado la chispa (tan sólo una) que hiciera fuego
y consiguiera hacerme volver, aunque fuera un instante a la versión más pura de mí,
que soy yo misma cuando soy capaz de escribir.
Nunca aceptarás que alguna vez estuviste celoso.
Y yo siempre, siempre, desearé poder leerte (saber cómo eres, conocerte).
Pero en los deseos y las carencias está la chispa de la vida.
Y por eso, yo, en la escritura, encuentro alivio, catarsis, serenidad.
1 comentario:
Parece mentira que nadie te regale un comentario. ¿Dónde están ahora tus fans? Hay que acompañar no sólo en las alegrías y en las fiestas, sino también en el dolor y en la enfermedad. Incondicionalmente, aunque haya que escribirlo en chino. ¿O no?
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