lunes, 2 de diciembre de 2013

Porque te quise, sin querer

Te odié.
O quise hacerlo, durante algún tiempo
(al menos, pretendí hacerlo).
Te quise.
Sin querer quererte, durante algo menos que el tiempo que te odié.
O quizás te odié porque queriéndote contra mi voluntad,
nunca pude tenerte.
Y lo sabía.
No me quedó, entonces, alternativa.
El odio me parecía, contra la frustración, la opción más digna
para el desvelo que me provocaba tu ausencia.
(...)
Lo cierto es que creo que, incluso odiándote, no pude dejar de quererte.
Y queriéndote como te quería, sólo quería poder odiarte.
Un poquito.
Lo suficiente para llenar con su fuego, el frío vacío de tu indiferencia.

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