A veces, una sola imagen es suficiente para desencadenar toda una corriente de pensamientos y recuerdos, entre los que se entremezclan, de alguna manera, miles de sonidos, olores y sensaciones. Hoy recuerdo un día por el Cairo, paseos, un almuerzo tardío en Zamalek. Recuerdo el humo que se mezclaba con el olor a comida recién hecha, un cuenco humeante de molojiya junto a otro colmado de arroz blanco, sobre el que descansaban dos contramuslos de pollo hechos, probablemente, a la brasa.
Echo de menos la sensación de calor, el olor de las calles, el alivio al llegar al piso - que se asemeja a un paraíso de tranquilidad en medio de tanto caos. Echo de menos andar y andar y andar, como si las calles no tuvieran final, no tanto las miradas de los transeuntes curiosos. Echo de menos las risas de los niños y echo de menos mi risa propia, el sentirme a salvo, el sentir que cada día cuenta, el sentir como si el tiempo pudiera ser resumido, concentrado, congelado en tan sólo unas semanas.
En El Cairo.
En mi corazón.
Por siempre y para siempre.
En El Cairo.
En mi corazón.
Por siempre y para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario