En nuestro haber, una entrada de cine, en nuestro estómago, un rico desayuno sevillano. El camino de ida, pasó volando. Los kilómetros parecían correr bajos nuestros pies, acariciando nuestros talones. La música sonaba, los rayos de sol se colaban, golosos, a través del cristal.
Llegar no fue difícil.
Y encontré escalones de piedra que se convirtieron en una alfombra arenosa.
Los vestigios de una torre encallada en la orilla.
El cielo, encapotado, el aire, frío, la arena, fina, cubierta de agua.
(Incompleto, 23 de enero)
La he guardado, mientras dormía, en una bolsa plástica que a su vez me he apresurado en guardar a buen recaudo, dentro de una maleta más grande, robusta, recia, resistente. Estaba segura de que dormía, pero por si acaso he ido con sigilo, intentando no hacer ruido.
Parece que al principio, intentó resistirse, después, llevada por el traqueteo siseante del andar, debió volver a caer, llevada por la morriña, confiada en la complicidad que compartimos. Le hubiera cantado una nana, pero no me atreví a abrir la cremallera que la sellaba dentro de mí.
Y, frente al mar, la he soltado, viendo como se ahogaba entre la espuma de las olas.
(27 de febrero)
Hoy he vuelto a donde era y ya no soy,
donde fuimos mientras estuvimos,
lugar que dejando atrás, ha dejado atrás una parte de nosotros mismos.
Paseo entre huellas que no son mías
pero sobre las que piso, sintiéndome en casa.
(27 de febrero)
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