De pequeña, cada verano sin faltar ninguno, teníamos mi hermana y yo, unos cuadernillos Santillana, cuadernillos de repaso, cuadernillos Rubio y otras tantas variantes, para refrescar, no olvidar, agilizar la mente y prepararnos para el nuevo curso sin que tres meses de playa, vacaciones, abuelos y piscina nos hicieran dormirnos en los laureles.
Y yo, después de un letargo de varios años, de haber dormido en laureles, parras, árboles frutales y jardines de más diverso ámbito, comienzo clases -después de tantos años- en 57 menos de 48 horas (unas 36 aproximadamente, para ser exactos).
El elegido ha sido esta vez el ciclo formativo de grado superior "Administración y Finanzas". Y no, no estoy de broma. Por lo que a mí respecta, mis pasiones han sido relegadas al segundo plano que se convierte en el primero y principal en cuanto cumpla mis obligaciones (estudiantiles o laborales), y he enfocado mis energías en buscar una solución de origen práctico al problema del desempleo y de manera objetiva y racional, me parece la mejor opción con diferencia. Que será probablemente un peñazo, es algo de lo que no me cabe duda, a pesar de que me sugiere mil preguntas a las que no obtendré respuesta hasta entonces. Pero qué puedo decir, si tengo que pasar 18 meses de calvario para conseguir trabajo, al menos, será un calvario programado, con punto y final, algo de 'sufrimiento racional' limitado.
Aún necesito hacerme a la idea de lo que probablemente sea uno de los cambios más drásticos de mi vida, pues no sólo es completamente diferente a lo que siempre he querido ser y hacer sino que además, no se parece en nada a nada de lo que he hecho hasta ahora y eso me suscita nerviosismo, incertidumbre, cierta emoción ante lo desconocido y alegría de poner el tren en marcha otra vez. Me guste el papeleo (palabra que sólo me entusiasma si la relaciono con material escolar) o no me guste, es algo que comienzo con el único objetivo de acabarlo, sin dejarlo, ni rendirme, ni desistir, ni intentar cambios de salvamento en último momento.
Y yo me pregunto ¿cómo será eso de volver al instituto de nuevo? Que hace más de una década que no utilizo esas mesas verdes para llenarlas de estuche, cuadernos y colores. ¿Qué tipo de gente tendré como compañeros de clase durante los próximos dos cursos? ¿Me costará trabajo? ¿Me acabará gustando? ¿Cómo será eso de cambiar los cuatrimestres por los trimestres? ¿Alegrarme porque un profe no ha venido y tenemos, de pronto, una hora completa para salir al sol? Y preparar la mochila, exámenes, deberes y algo para picar en el recreo. Qué ilusión pensar que pudiera parecerse lo más mínimo a los dos años que pasé en bachillerato :)
(Y que miedo que pueda no parecerse en nada).
Y yo me pregunto ¿cómo será eso de volver al instituto de nuevo? Que hace más de una década que no utilizo esas mesas verdes para llenarlas de estuche, cuadernos y colores. ¿Qué tipo de gente tendré como compañeros de clase durante los próximos dos cursos? ¿Me costará trabajo? ¿Me acabará gustando? ¿Cómo será eso de cambiar los cuatrimestres por los trimestres? ¿Alegrarme porque un profe no ha venido y tenemos, de pronto, una hora completa para salir al sol? Y preparar la mochila, exámenes, deberes y algo para picar en el recreo. Qué ilusión pensar que pudiera parecerse lo más mínimo a los dos años que pasé en bachillerato :)
(Y que miedo que pueda no parecerse en nada).
Así que comenzando la cuenta atrás para poner en práctica una decisión que probablemente ha cambiado mi vida a un plazo-largo-no-tan-largo, con un volcán de sensaciones mezcladas y confusas que no logro descifrar, me despido por hoy.
Os iré contando las idas y venidas de esa filóloga pronta a ser administrativa con idiomas.
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