Escribamos. Dejémonos llevar. Demos santa sepultura a los sentimientos que me atormentan desde hace días. Sentimiento de pérdida, sentimiento de frustración. Sentimiento de estar sin ti y de no saber si alguna vez volveré a estarlo.
Me he equivocado, lo reconozco, pero era fácil en tales circunstancias. Y no me refiero por ello a dar excusas viejas y desgastadas o intentar lanzar intentos de "retroempatización". No llevarían a ningún lado y tal actividad sólo consistiría en hacerme y haceros (si es que hay un "os") perder un poco el tiempo.
Ahora que ha llegado y pasado la medianoche, quiero pensar que ha llegado ese momento mágico del día en que da un poco igual lo que digas, mientras sea auténtico y, da igual lo que se refleje aquí, no seré ajusticiada por ello. Vanal resultaría ser juzgada por echarte de menos ¿no crees?
Desde ayer tengo esa sensación en la boca del estómago que me decía que volvería - pronto, muy pronto - a saber de ti. No era para menos. En las últimas horas, todo lo que me había rodeado de manera circunstancial y no-elegida, no había hecho más que dibujarte en mi memoria de esquinas desgastadas, de tanto pasarme los recuerdos de una mano a la otra, en un intento nervioso por sacarle un poco más de jugo.
Y, al día siguiente, ayer, reunir todo el valor para enfrentarme a tu rechazo y que, de alguna manera, aquel, tan evidente, escondiera una esperanza que me diera la paz que necesitaba. Quizás porque a pesar de todo, supe que querías volver a verme. Y entonces, dormir sintiendo que pronto, oiría algo por tu parte, pero esperar las horas que parecían décadas y seguir en la más completa ignorancia: ¿Qué estarías haciendo? ¿trabajarías? ¿dormirías la siesta? ¿te estarías tomando un café en algún chiringuito, junto a la playa?
No lo sé. Pero me dormí, y me dormí sintiéndome bien. O mejor dicho, me quedé adormilada para soñar contigo. Y, cuando hice una pausa en mis sueños para desvestirme y meterme entre las sábanas de esta cama que me pertenece a ratos, volví a soñar contigo. Es algo que supe esta mañana. Soñar contigo. Una y otra... y otra vez. Porque esa siesta a la que me ha empujado más la tristeza que la falta de tareas, ha vuelto a traerte a mi mente.
Es por todo esto, que pensaba... que creía... que... no sé, esperaba tener noticias tuyas hoy. Y no ha sido así, aún no, todavía no me echas de menos. Ni un poquito.
Esperaré a mañana.
Esperaré al viernes.
Quizás deje pasar el fin de semana.
Y, cuando llegue el lunes, marcaré tu número y escucharé tu voz. Quién sabe si aguantaré hasta entonces, a contar cinco días desde hoy. ¿Acaso podré resistir dando pequeñas bocanadas para racionarme el aire que me queda?
He de conseguirlo.
Necesito demostrarte que yo también puedo estar sin ti.
Me he equivocado, lo reconozco, pero era fácil en tales circunstancias. Y no me refiero por ello a dar excusas viejas y desgastadas o intentar lanzar intentos de "retroempatización". No llevarían a ningún lado y tal actividad sólo consistiría en hacerme y haceros (si es que hay un "os") perder un poco el tiempo.
Ahora que ha llegado y pasado la medianoche, quiero pensar que ha llegado ese momento mágico del día en que da un poco igual lo que digas, mientras sea auténtico y, da igual lo que se refleje aquí, no seré ajusticiada por ello. Vanal resultaría ser juzgada por echarte de menos ¿no crees?
Desde ayer tengo esa sensación en la boca del estómago que me decía que volvería - pronto, muy pronto - a saber de ti. No era para menos. En las últimas horas, todo lo que me había rodeado de manera circunstancial y no-elegida, no había hecho más que dibujarte en mi memoria de esquinas desgastadas, de tanto pasarme los recuerdos de una mano a la otra, en un intento nervioso por sacarle un poco más de jugo.
Y, al día siguiente, ayer, reunir todo el valor para enfrentarme a tu rechazo y que, de alguna manera, aquel, tan evidente, escondiera una esperanza que me diera la paz que necesitaba. Quizás porque a pesar de todo, supe que querías volver a verme. Y entonces, dormir sintiendo que pronto, oiría algo por tu parte, pero esperar las horas que parecían décadas y seguir en la más completa ignorancia: ¿Qué estarías haciendo? ¿trabajarías? ¿dormirías la siesta? ¿te estarías tomando un café en algún chiringuito, junto a la playa?
No lo sé. Pero me dormí, y me dormí sintiéndome bien. O mejor dicho, me quedé adormilada para soñar contigo. Y, cuando hice una pausa en mis sueños para desvestirme y meterme entre las sábanas de esta cama que me pertenece a ratos, volví a soñar contigo. Es algo que supe esta mañana. Soñar contigo. Una y otra... y otra vez. Porque esa siesta a la que me ha empujado más la tristeza que la falta de tareas, ha vuelto a traerte a mi mente.
Es por todo esto, que pensaba... que creía... que... no sé, esperaba tener noticias tuyas hoy. Y no ha sido así, aún no, todavía no me echas de menos. Ni un poquito.
Esperaré a mañana.
Esperaré al viernes.
Quizás deje pasar el fin de semana.
Y, cuando llegue el lunes, marcaré tu número y escucharé tu voz. Quién sabe si aguantaré hasta entonces, a contar cinco días desde hoy. ¿Acaso podré resistir dando pequeñas bocanadas para racionarme el aire que me queda?
He de conseguirlo.
Necesito demostrarte que yo también puedo estar sin ti.
8 de Agosto
No hay comentarios:
Publicar un comentario