A veces parece que cuando las cosas van bien, no se tiene disposición emocional a la escritura.
Y, a veces, cuando las cosas van mal, tampoco se encuentran las ganas.
Hoy, sin embargo, vuelvo a sentir la necesidad de decir algo y que no quede enterrado entre los otros tantos borradores que he ido escribiendo en las últimas semanas. Y es que hoy, de pronto, empiezo a sentir que las cosas marchan bien. Y no es "sólo" porque (a quien no lo sepa) me haya sacado el carnet de conducir (a la segunda), ni "sólo" porque mi abuela haya conseguido vencer a la muerte y salir victoriosa del enfrentamiento (si había algún momento en la vida para comenzar a creer en los milagros, es este, sin lugar a dudas).
Creo que es porque vuelvo a tener metas y objetivos que alcanzar, porque de pronto siento algo parecido a la serenidad y el equilibrio interior. De pronto me siento bien, no de manera vanal y caprichosa, sino que es algo que parece estar naciendo por dentro y espero (ojalá, ojalá, ojalá) que sea para quedarse.
Ahora que las cosas parecen empezar a marchar hacia un punto concreto, tengo razones para levantarme por la mañana, cosas que hacer durante el día y algo con lo que soñar al llegar la noche. Y no, no tengo trabajo (aún), pero algo me dice que pronto (muy pronto) es probable que lo tenga. E igualmente, me falta llenar otro campo escencial de una vida plena, pero quién sabe si la vida no tiene sus propios métodos para alcanzar la felicidad, sin necesidad de ayuda o aprobación del sujeto principal de la misma. Y a esa esperanza me aferro para seguir sintiéndome bien, en tiempos en los que ni siquiera lo más etéreo ni lo más material, parece conducir a ningún punto (clave).
Y es que yo creo que las buenas cosas de la vida son como los paréntesis, que añaden matices y significado a un esqueleto que ha de estar sano, a un orden en las cosas que debe estar en balance, para que esas cosas buenas sirvan de algo. Porque todos sabemos que unos paréntesis en una línea en blanco, no son más que pequeños ovalos vacíos.
Y, a veces, cuando las cosas van mal, tampoco se encuentran las ganas.
Hoy, sin embargo, vuelvo a sentir la necesidad de decir algo y que no quede enterrado entre los otros tantos borradores que he ido escribiendo en las últimas semanas. Y es que hoy, de pronto, empiezo a sentir que las cosas marchan bien. Y no es "sólo" porque (a quien no lo sepa) me haya sacado el carnet de conducir (a la segunda), ni "sólo" porque mi abuela haya conseguido vencer a la muerte y salir victoriosa del enfrentamiento (si había algún momento en la vida para comenzar a creer en los milagros, es este, sin lugar a dudas).
Creo que es porque vuelvo a tener metas y objetivos que alcanzar, porque de pronto siento algo parecido a la serenidad y el equilibrio interior. De pronto me siento bien, no de manera vanal y caprichosa, sino que es algo que parece estar naciendo por dentro y espero (ojalá, ojalá, ojalá) que sea para quedarse.
Ahora que las cosas parecen empezar a marchar hacia un punto concreto, tengo razones para levantarme por la mañana, cosas que hacer durante el día y algo con lo que soñar al llegar la noche. Y no, no tengo trabajo (aún), pero algo me dice que pronto (muy pronto) es probable que lo tenga. E igualmente, me falta llenar otro campo escencial de una vida plena, pero quién sabe si la vida no tiene sus propios métodos para alcanzar la felicidad, sin necesidad de ayuda o aprobación del sujeto principal de la misma. Y a esa esperanza me aferro para seguir sintiéndome bien, en tiempos en los que ni siquiera lo más etéreo ni lo más material, parece conducir a ningún punto (clave).
Y es que yo creo que las buenas cosas de la vida son como los paréntesis, que añaden matices y significado a un esqueleto que ha de estar sano, a un orden en las cosas que debe estar en balance, para que esas cosas buenas sirvan de algo. Porque todos sabemos que unos paréntesis en una línea en blanco, no son más que pequeños ovalos vacíos.
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