domingo, 17 de mayo de 2020

¿Quién podía saberlo?

Siempre nos vendieron el futuro como ese momento de la historia en que veríamos coches voladores, grabadores de sueños, y máquinas que nos hicieran posible leer el cerebro, teletransportarnos, usar la telekinesis.
Pero resultó que no. Resultó que el futuro estaba más cerca de lo que pensábamos.
Resultó que el futuro era ahora.
Y para llegar a él, necesitábamos una sacudida que echara abajo nuestros modelos de conducta, nuestras prioridades, nuestro esquema de vida. Y resultó que el Big Bang fue un virus que nos hizo darle la vuelta a todo, zarandearlo boca abajo y dejar que cayera todo lo que escondía entre los pliegues de las ropas... valorar lo cotidiano justo después de que nos lo arrebataran, valorar como idiotas todo lo que siempre hemos tenido y hemos hecho de menos porque siempre estaba ahí, al alcance de la mano. Nosotros, los reyes de todo. Qué ingenuos ¿verdad? ¡O qué idiotas, más bien! Al final, resulta que era un regalo que necesitamos perder para poder apreciar. Porque así funciona el ser humano.
Y resultó que el futuro era esto. El futuro es valorar las pequeñas cosas de la vida. El futuro resultó estar en darnos cuenta del valor de un beso, de un paseo, de nuestros desayunos cada mañana. Resultó que este era el futuro, en evolucionar un paso más, en modificar nuestra conducta de pensamiento. El futuro es ahora, el futuro se esconde en este “quiero volver a verte”, está en reinventarnos desprendiéndonos de todo aquello que nada tenía que ver con el futuro, ni con la evolución, sino con la parte más genuinamente egoísta del ser humano.
¿Quién podía saberlo?
Tanto soñar con máquinas del tiempo y androides,
mientras rozábamos el futuro con las llamas de los dedos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Que bonito, que grande y que Cierto 👏🏼👏🏼