Y llegó el día, el último madrugón de instituto, el último examen, la última noche en vela queriendo parar el reloj. Se acabó. Y, por más ganas que tenía, ahora sé que lo echaré de menos. Pero nada, afortunadamente, dura para siempre (ni lo bueno ni lo malo).
Hoy, ese momento exacto que pendula entre la etapa que ha acabado y la etapa que comienza, hoy me paro a pensar que ya pasaron los 18 meses, el miedo, el "y si...", pasaron los días, las semanas, los meses y se acabaron esas clases que pretendían ser mi trampolín al mundo laboral, al cambio, esos pasitos fuera de mi zona de confort (tan alejada queda ya, si miro atrás).
Y he aprendido, he aprendido mucho (no sólo lo que tocaba sino mucho, mucho más y a otros niveles), y en los próximos tres meses aprenderé aún más, pero de otra manera.
Y no puedo esperar a comenzar.
Y no puedo esperar a terminar.
Llegó el último día, el último madrugón de instituto.
Lo voy a echar de menos.
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