domingo, 29 de mayo de 2016

Cambios

Son las 20.40 de una tarde de casi verano, en que las noches llegan tarde y el sol remolonea destellando hasta que no le queda más remedio que marcharse. Y justo ahora, con ese poquito de sol que aún entra por mi ventana, espero la noche de un día raro, de una semana rara, de un mes para olvidar.
Apenas me quedan un puñado de noches en el bolsillo en esta casa, apenas varios almuerzos y litros de limonada. Y sé que todo está cambiando. Sé que ya nada va a ser como era, porque yo misma estoy cambiando, porque mi zona de confort se me quedó pequeña cuando en su interior encontré todo aquello que me hacía daño.
Así que empiezo a caminar lentamente por la orilla y me atrevo a dar varios pasitos tímidos fuera hacia el exterior, porque todo está cambiando, porque depende de mí, porque quiero alejarme de esa zona donde no todos los recuerdos son buenos.
Si cierro los ojos, de noche puedo recorrer desde mi habitación al baño o la cocina, esquivando los muebles que ya no están. Pero es la inercia de la costumbre, de tantos años, de varias décadas. Sé que si dejo caer un libro sobre la "mesa de siempre" caerá al suelo, porque aparte de lo que aún necesitamos a diario (un aseo, una cocina, una cama), lo demás va desapareciendo poquito a poco, cambiando su localización, cambiándolo todo.
Y la mudanza y los cambios (a tantos niveles, que no describiré aquí, a la vista de tantos ojos desconocidos) están remodelando con cincel el mármol duro de las costumbres ya asentadas. Ha llegado el momento del cambio y sé exactamente cómo quiero celebrarlo. Y es que soy una persona nueva, o una persona en cambio, al menos, y estoy cambiando la manera en que siento, cómo siento y cómo paso las horas, en qué pienso, y qué hago y no sólo el curso está a punto de finalizar, no sólo estoy a punto de mudarme, no sólo hay mil metas nuevas en mi vida, no sólo intento (y sólo intento, porque a ratos me doy cuenta de que no lo consigo) llenar los huecos y cerrar cicatrices de todo aquello que me amputó la vida, sino que quiero reflejar todo eso en un cambio físico, en nuevas actividades, intentando alcanzar mi máximo potencial de una vez por todas.
Ahora que llega el verano (después de un curso del que hablaré en otra entrada) me doy cuenta que mi vida en breve, nada tendrá que ver con la que era cuando comenzó el año. Todo ha cambiado, todo sigue cambiando y el remolino que me rodea me ha entrado por los ojos, los oídos, los poros de la piel y me está revoloteando todo por dentro.

Cambios, zona de confort que ya no me representa, nuevas expectativas y la fortaleza de pensar que cuando todo se hace añicos ante tus ojos, cuando nada puede ir a peor, sólo cabe tirar hacia arriba de nuevo.

"Porque las Piraustas bailan en el fuego, y se queman, pero ni siquiera el fuego es capaz de acabar con ellas".

1 comentario:

Jose Miguel Hernández dijo...

Es duro dejar la zona de confort, mucho ánimo y suerte.