Algo más de la media hora sobrepasa la media noche. Y yo, que quería escribir algo más seguido y sigo dependiendo de la inspiración que a veces me atosiga... y a veces no llega.
Yo preferiría que la tristeza no sustituyera esa inspiración tan genuina, porque inspira igual, pero sólo cosas tristes.
Metida en la cama sin cenar, mastico almendras sin sal que caen en un estómago empalagado de las palabras que ya no salen por la boca. Y me duele la cabeza, de darle vueltas. Y creo que lo que cae por dentro, también va a parar al estómago. No sé lo que digo. Debe ser el cansancio.
Y es que, escribir sin ganas es casi como escribir sin intención o, directamente, no escribir.
Me duele la cabeza, pero escribo.
Con los ojos cerrados, escribo, sólo necesito los dedos y el teclado, automáticos los movimientos, como el ciego que llena una taza de café.
Hoy ha sido el día más emocionante y tristemente ensordecedor, de todo lo que va de año.Y así, de la intensidad de la alegría a la intensidad del dolor, me he ido desgastando, descamificando, lacerando.
Entre medias, como para darme una tregua, me he quedado dormida. Tan profundamente dormida, que me he despertado desorientada, creo que el cuerpo me lo pedía. Ahora vuelvo a estar en la cama, más de media hora sobrepasando la medianoche de un día cualquiera de primeros de febrero...
Yo preferiría que la tristeza no sustituyera esa inspiración tan genuina, porque inspira igual, pero sólo cosas tristes.
Metida en la cama sin cenar, mastico almendras sin sal que caen en un estómago empalagado de las palabras que ya no salen por la boca. Y me duele la cabeza, de darle vueltas. Y creo que lo que cae por dentro, también va a parar al estómago. No sé lo que digo. Debe ser el cansancio.
Y es que, escribir sin ganas es casi como escribir sin intención o, directamente, no escribir.
Me duele la cabeza, pero escribo.
Con los ojos cerrados, escribo, sólo necesito los dedos y el teclado, automáticos los movimientos, como el ciego que llena una taza de café.
Hoy ha sido el día más emocionante y tristemente ensordecedor, de todo lo que va de año.Y así, de la intensidad de la alegría a la intensidad del dolor, me he ido desgastando, descamificando, lacerando.
Entre medias, como para darme una tregua, me he quedado dormida. Tan profundamente dormida, que me he despertado desorientada, creo que el cuerpo me lo pedía. Ahora vuelvo a estar en la cama, más de media hora sobrepasando la medianoche de un día cualquiera de primeros de febrero...
No hay comentarios:
Publicar un comentario