Escribir siempre me hizo sentir mejor. Aún no entiendo por qué ese algo que se activa dentro de mí, a veces - y sólo a veces - pidiéndome escribir, no actúa más de seguido. Porque a veces es necesario, porque a veces - y sólo a veces - parece la única salida a una discreta tristeza. Porque nunca - ni siquiera a veces - fue lo mismo estar contento que ser feliz. Y la felicidad, que no casa demasiado bien con según que circunstancias, prefiere tomar su propio camino, que no siempre es el mío.
Así que aquí estamos, casi rozando con la punta de los dedos el final de este 2014 que, si bien ha sido mejor que 2013 (que a su vez fue mejor que 2012), no ha sido un año especialmente bueno. Podría haberlo sido, pero no. Se quedó en un casi. Y esos son los peores porque aparentemente, han ido bien, sin embargo, tú no sientes que así sea. Y yo ya no sé si sentirse así tiene algo que ver con poner el listón demasiado alto o con haber estado más contenta que feliz la mayor parte del tiempo.
No sé qué ocurrirá en 2015.
No sé si quisiera saberlo, aún si pudiera.
Supongo que a veces es necesaria la esperanza de que algo bueno ha de venir, más que la certeza de que pudiera no ser así.
Así que aquí estamos, casi rozando con la punta de los dedos el final de este 2014 que, si bien ha sido mejor que 2013 (que a su vez fue mejor que 2012), no ha sido un año especialmente bueno. Podría haberlo sido, pero no. Se quedó en un casi. Y esos son los peores porque aparentemente, han ido bien, sin embargo, tú no sientes que así sea. Y yo ya no sé si sentirse así tiene algo que ver con poner el listón demasiado alto o con haber estado más contenta que feliz la mayor parte del tiempo.
No sé qué ocurrirá en 2015.
No sé si quisiera saberlo, aún si pudiera.
Supongo que a veces es necesaria la esperanza de que algo bueno ha de venir, más que la certeza de que pudiera no ser así.
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