La estufa me calienta las plantas de los pies.
Estoy tumbada en el sofá, el portátil en el regazo.
Llevo puesta mi sudadera azul de emoticonos y el gorro me recoge el cabello.
Y entonces, recuerdo, te recuerdo, frente a la puerta de tu coche, aparcados frente al Chino Gigante, justo antes de entrar a buscar moldes. El 15 de febrero de 2014. Ahora, todo se me antoja una nebulosa de algo que nunca llegó a pasar. Quizás nuestros momentos vividos no sean más que los sueños de dos desconocidos, que nos eligieron como títeres para escribir con nosotros la historia que les hubiese gustado vivir y no pudieron, por alguna razón.
En cuyo caso, qué cruel me parecerían ambos.
Qué crueles.
Estoy tumbada en el sofá, el portátil en el regazo.
Llevo puesta mi sudadera azul de emoticonos y el gorro me recoge el cabello.
Y entonces, recuerdo, te recuerdo, frente a la puerta de tu coche, aparcados frente al Chino Gigante, justo antes de entrar a buscar moldes. El 15 de febrero de 2014. Ahora, todo se me antoja una nebulosa de algo que nunca llegó a pasar. Quizás nuestros momentos vividos no sean más que los sueños de dos desconocidos, que nos eligieron como títeres para escribir con nosotros la historia que les hubiese gustado vivir y no pudieron, por alguna razón.
En cuyo caso, qué cruel me parecerían ambos.
Qué crueles.
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