Desde hace tiempo me agradeces haberte ayudado a descubrir, a desempolvar, ese oscuro rincón en tu interior donde guardabas esa humanidad que creías perdida.
Ahora, tarde y ni siquiera nunca, por aquello del refrán, me doy cuenta de cuán equivocada estaba.
No te ayudé a descubrir nada, insistí - y yo sin darme cuenta ¡qué idiota! - en intercambiar
mi humanidad por tu apatía.
Y aquí estoy, sin ganas de nada.
Sólo con ganas de llenar mi tiempo de minutos
mis minutos de segundos
y mis segundos de latidos
que me recuerden, de alguna manera,
que aún sigo viva. Aunque sea de esta manera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario