Cuando era una niña estaba convencida de que las estrellas de mar no eran más que estrellas caídas del cielo en medio del océano que en su rápida caída se convertían en estrellas fugaces. Recuerdo que a veces, miraba por la ventana hasta quedarme dormida, esperando ver caer alguna estrella, en la plazoleta frente al edificio, en el patio o en mi ventana.
Tenía la teoría de que quizás caían al morir y que, al sumergirse en agua, perdían la luz que las hacía brillar.
Anoche, antes de quedarme dormida, descorrí la cortina y dejé entrar la luz.
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