Por fin, tú.
Por fin, el equilibrio.
Y nuestra lista (pronto) interminable, de cosas por hacer.
Y tus mensajes de buenos días.
Y tus mensajes de buenas noches.
Y tus besos en el pelo.
Y tu mano en mi mano. Y mi mano en tu mano.
Y la Giralda apagándose mientras la miramos.
Y nuestras charlas en aquel banco junto a la Catedral,
nuestra propia cápsula del tiempo.
Y los paseos por la Feria de tu brazo.
Y los paseos, sin feria, de tu brazo.
Por fin, tú.
Esquivando las puas que te voy lanzando,
intercambiándolas por las mejores composiciones posibles
con tan sólo 27 letras.
Por fin, tú. Por fin, yo.
Y dos cucharillas.
Y un helado de turrón.
Por fin, el equilibrio.
Y nuestra lista (pronto) interminable, de cosas por hacer.
Y tus mensajes de buenos días.
Y tus mensajes de buenas noches.
Y tus besos en el pelo.
Y tu mano en mi mano. Y mi mano en tu mano.
Y la Giralda apagándose mientras la miramos.
Y nuestras charlas en aquel banco junto a la Catedral,
nuestra propia cápsula del tiempo.
Y los paseos por la Feria de tu brazo.
Y los paseos, sin feria, de tu brazo.
Por fin, tú.
Esquivando las puas que te voy lanzando,
intercambiándolas por las mejores composiciones posibles
con tan sólo 27 letras.
Por fin, tú. Por fin, yo.
Y dos cucharillas.
Y un helado de turrón.
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